Venciendo al Covid-19 ¿Y ahora qué pasa?

people-wearing-diy-masks-3951628.jpg

Son tiempos difíciles. Caóticos cuanto menos. Llevamos un par de meses ya confinados en casa. Cada uno con nuestra propia situación particular familiar, económica, social, relacional… Muchos, incluso, lidiando contra el virus o esperando el final para empezar a procesar un duelo que ya llega tarde.

Muchas personas han aguantado con entereza y resignación la cuarentena. Muchas otras lo han vivido con ansiedad. La cuarentena aún no ha terminado.

Aunque esta situación es nueva, la psicología ya empieza a definir la situación que se acontece desde hace un par de semanas:

Un efecto péndulo de manual.

Imagina un péndulo, como el que llevan los hipnotizadores. Al moverse, el péndulo realiza una trayectoria trazando una línea curva que delimita dos extremos concretos, uno a cada lado. Pues al igual que este péndulo, la población está empezando a oscilar entre dos extremos bien definidos.

  • Extremo del MIEDO.

  • Extremo del ANSIA.

En el primer caso, tenemos a las personas que han decidido permanecer en sus casas por miedo al contagio y a la marabunta de personas apelotonándose por la ciudad. No salen nunca, hacen todas sus compras de forma online y, en el caso de ser madres o padres, prohiben la salida al exterior a sus hijos. Prescinden de cosas que podrían ser necesarias por tal de no salir.

En el segundo caso, tenemos a las personas que desde el día 1 de la fase 1 a las 8:00 am, se encontraban en el bar más céntrico de la ciudad tomando cervezas como piratas en pleno naufragio. Personas que salen a correr cada día dos veces, tres veces más a pasear al perro y tiene su semana totalmente congestionada de cumpleaños y reuniones de grupo que, en muchos casos, violan la normativa vigente de las fases.

Ahora, más que nunca. Es necesario apelar a nuestro sentido común, nuestra empatía y conciencia de grupo y de humanidad. Hay personas trabajando sin descanso, personas que van a elaborar un duelo tardío para el cuál no tenemos base psicológica alguna. Estamos pasando a la historia; intentemos pasar como guerreros y guerreras y no como aquella civilización negligente cuyo mejor favor hacia el planeta fue desaparecer una semana de la ecuación para que en sus playas volviese a aflorar la vida.

Pero, cuidado, en ambas posturas del péndulo podemos hallar una necesidad humana. El miedo nos protege y las ansias de libertad son completamente aceptables y legítimas tras este duro periodo.

¿Cómo logramos, pues, dejar de hacer oscilar el péndulo? ¿Cómo hacemos para situarnos en posturas más cercanas al centro y, por ende, estables?

  1. Aceptación.

    Aceptación del hecho que nos ha ocurrido. Aceptarlo tal cual es en el presente. Sin anticipar absolutamente nada. No nos montamos ninguna película pre apocalíptica ni damos por sentado que esto ya ha pasado. Nos centramos en el presente vigente y en aquellas cosas que sí están bajo nuestro control. Técnicas de mindfulness o describir la situación en el estricto presente sin poner ningún juicio de valor son técnicas que funcionan muy bien.

  2. Indentificación.

    Es importante que hagas un minuto de introspección. ¿Dónde te sitúas en la trayectoria que traza el péndulo? ¿Estás dejando de salir por miedo? ¿Sales por compulsión? Haz consciente tu situación. No es para que optes una visión punitiva, es para que, simplemente, puedas atender a tus necesidades.

  3. Gestión de nuestros miedos y deseos.

    Esta va muy acorde con lo que verás en el siguiente apartado -pequeños ejemplos- y la primera recomendación; aceptación. Validamos nuestros miedos y deseos y nos ocupamos de ellos. Los gestionamos de cara a tachar de la lista aquellas conductas que surjan como un resultado de un pensamiento rígido. ‘Es que quiero salir, llevo dos meses encerrado’ o ‘Es que si salgo, me enfermaré’. Atiende a tus deseos de una forma más adaptativa para ti y el resto. Comprométete contigo mismo a cuidarte bien mientras cuidas al resto. Para ello, funciona muy bien generar pensamientos alternativos.

  4. Darte tiempo.

    Que tengas miedo no significa que vayas a desarrollar una agorafobia o que tengas ansia por salir no significa que seas mal ciudadano. Permítete ser, sentir y hacer. Y piensa, sobretodo, en que esto conlleva tiempo. Las prisas nunca son buenas consejeras.

Pequeños ejemplos:

Si te da miedo salir podrías buscar la tasa real de riesgo de infección, asegurarte de ir bien preparado (alcohol de manos, guantes y mascarilla) y establecer una ruta que consideres tranquila. Juega con los horarios…

Si tienes muchas ganas de salir todo el tiempo, plantéate cuándo estás saliendo porque te apetece y cuándo por compulsión. Podrías evitar aquellos lugares donde ya puedes comprobar que no se siguen las normas de seguridad. Respeta las zonas sanitarias y no olvides las actividades que hacías durante la cuarentena. ¿Hacías yoga? ¿Pizza por zoom con tus amigos? Aún puedes seguir haciéndolo. Recuerda, que es momento de que las personas que tienen que salir a trabajar, encuentren un entorno seguro. Estamos hablando de que hay personas que han visto a sus familiares y amigos morir si es que, en el mejor de los casos, han podido verlo. Se ha tenido que decidir quién debía usar un respirador y quién no por falta de recursos. Tú también has hecho un esfuerzo parando tus planes, quizás tu trabajo, vida social, vida de pareja… Creo que puedes encontrar alternativas muy adaptativas para todos e, incluso, echarle un cable a esas personas del otro extremo que no osan salir de casa.

Es momento de poner en marcha el pensamiento alternativo y flexibilizar a un nivel general. Encontrar ese equilibrio entre lo que deseamos y lo que tememos y generar conductas adaptativas para todos. Para ello, responsabilidad, empatía, valor y paciencia. ¡No queda otra!

Si se te ocurre alguna conducta que nos ayude a permanecer en una postura conductual saludable, no dudes en comentarla.

Mari Zafra Porcel Psicóloga en Barcelona.

Anterior
Anterior

¿Cómo me motivo para cumplir mis objetivos?

Siguiente
Siguiente

Amor en tiempos de cuarentena.